Conecta con tu niño interno

Jugar con el niño interno nos permite conectar con una parte de nosotros que, quizás, hemos olvidado. Los niños se ocupan de ser felices y disfrutar. En la adultez, lamentablemente, las prioridades cambian y le damos más peso a la responsabilidad que a la felicidad y el difrute. La meta es crear un balance entre ambos: ser responsable, pero también ser feliz y disfrutar.

Para conectar con el niño interno, solo tenemos que observar lo que hacen los niños y emularlo. Los niños juegan, ríen, lloran y atienden sus necesidades en el momento. Tal vez eso es lo más importante que hacen los niños: vivir en el momento. Ellos juegan y ríen, quizás pelean y de momento lloran, pero se calman en minutos y siguen con su día. Eso es ejemplo de vivir en el momento.

Como adultos, podemos aprender a hacer eso con el perdón. En vez de guardar ese dolor, debemos atenderlo en el momento y soltarlo.

Los niños no se aguantan las ganas de reír ni de llorar. Las sienten, las expresan y siguen adelante. Eso es vivir liviano, con el alivio de que no acumulamos un sentimiento sin atenderlo ni acumulamos resentimientos.

Otro ejemplo que nos dan los niños es que se mueven mucho y cambian de actividad con frecuencia. Podemos levantarnos del escritorio cada cierto tiempo, estirarnos y variar las tareas del día. Podemos imitarlos para tener en cuenta el movimiento como fuente de salud física y mental.

Es cierto que nuestras responsabilidades adultas rigen nuestras rutinas, pero imitar la manera en que se comportan los niños nos ayuda a velar por nuestro bienestar y nuestra calidad de vida.

Si se nos dificulta comportarnos como niños, podemos recordar estos ejemplos y crear espacios para conectar con el niño interno. Esos espacios pueden ser unos minutos al día o un rato por semana y la meta es sentir la libertad que sienten los niños, vivir en el momento y disfrutar sin preocupaciones, aunque sea por unos instantes.

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